Desde el Observatorio de Equidad de género e igualdad de oportunidades de la Universidad Champagnat, compartimos esta reflexión sobre el Censo 2022, realizado el pasado 18 de mayo en nuestro país.
La información del censo permite conocer las características de la población, por ejemplo, desde el punto de vista demográfico y socioeconómico, y obtener detalles sobre las condiciones en las que viven las personas en un momento determinado.
Los resultados son útiles para determinar cuáles son las necesidades de la población y diseñar las políticas públicas en áreas tan diversas como la salud, la educación y la vivienda, entre otras.
Su interpretación va a depender desde donde se miren y construyan esos datos y qué matrices de pensamiento estén a la base de quienes los analicen.
Por este motivo, es importante tener en cuenta que los análisis de datos desde una perspectiva de géneros realizan un aporte fundamental ya que visibilizan diferencias e inequidades que históricamente han sido negadas por lecturas sesgadas debido a matrices patriarcales y basadas en el modelo hegemónico.
En esta oportunidad, les acercamos un breve documento sobre la edad adulta y el impacto de la cuestión de géneros en esa instancia de vida.
La información que se analiza surge del Dossier 2022 elaborado por INDEC y publicado el 8 de marzo pasado y pueden encontrarla haciendo click aquí.
También les acercamos un artículo de la revista digital GeratricArea sobre esta temática, pueden visualizarlo haciendo click aquí.
Según el INDEC, las mujeres viven en promedio más años que los varones, lo cual aumenta su presencia relativa en la estructura poblacional con el paso del tiempo.
Según las proyecciones de población para 2020, las mujeres viven en promedio 6,5 años más que los varones
Fuente: INDEC – Dossier estadístico 8 M 2022
A pesar de que las mujeres mayores representan una importante proporción de la población, las barreras específicas a las que se enfrentan, no sólo por ser mujeres, sino también por ser mayores, siguen estando invisibilizadas.
Es posible relacionar esta afirmación con un fenómeno social que implica un abordaje de la edad como categoría que divide a las personas y las discrimina, es decir el “edadismo”. La OMS en 2021 plantea que este fenómeno surge cuando la edad se utiliza para categorizar a las personas por atributos que ocasionan daño, desventaja o injusticia y menoscaban la solidaridad intergeneracional.
Según el psiquiatra Robert Buttler, creador del término, el edadismo ('ageism') es la discriminación que se ejerce hacia las personas mayores en la sociedad actual. Abundan los ejemplos discursivos que ponen de relieve que un factor de riesgo para ser objeto de edadismo es ser mujer.
El edadismo a menudo se entrecruza e interactúa con otras formas de estereotipos, prejuicios y discriminación, entre ellas el sexismo. La interrelación de múltiples formas de sesgo agrava las desventajas y empeora aún más los efectos de este fenómeno en la salud y el bienestar de las personas. En síntesis, el edadismo impacta en mayor medida a las mujeres y si se trata de la discriminación a la vejez, afecta más a las adultas mayores.
“Es necesario mirar críticamente a una sociedad que estigmatiza un don que es el de seguir vivos. Envejecer es una suerte” (Freixas, 2021).
Referencias