Desde el Observatorio de Equidad de Género de la Universidad Champagnat nos proponemos visibilizar las historias de aquellas figuras femeninas que han sido fundamentales en la construcción de la sociedad argentina y latinoamericana.
En ese sentido, hoy queremos compartir con la Comunidad UCh la historia de Juana Azurduy, una figura clave que luchó por su libertad y la de su nación. Ella ayuda a visibilizar la lucha de las mujeres, la posición de ellas en la historia.
La participación de la mujer en la lucha por la liberación de este lado de América fue borrada por la historia de Mitre. La invisibilización no es ingenua y tiene que ver con el patriarcado en su forma de asignar roles a varones y mujeres de manera diferenciada.
No obstante, durante la guerra de emancipación, la mujer se liberó de los lazos del patriarcado y miles fueron combatientes en los ejércitos y en la guerrilla.
Se trató de una guerra de guerrillas que libraron los caudillos del Alto Perú. Cada caudillo comandaba un pueblo y sus tropas estaban mayormente integradas por pobladores originarios que, durante esos años lograron mantener a raya a los ejércitos realistas y mantuvieron viva la llama de la revolución.
Uno de esos caudillos era Manuel Ascencio Padilla, el esposo de Juana Azurduy. Ambos se sumaron a la sublevación de Chuquisaca, un olvidado antecedente de la Revolución de Mayo ocurrido justo un año antes, el 25 de mayo de 1809. Ese movimiento terminó derrotado, pero encendió la chispa de la lucha emancipadora que, en el Alto Perú (hoy Bolivia), se prolongó hasta 1824.
Juana Azurduy fue una combatiente. “No fue la única, hubo miles de mujeres que participaron de la gesta de la emancipación, algunas como guerreras, otras como espías, algunas acompañando a los ejércitos, otras sosteniendo la retaguardia o colaborando en la resistencia popular”, destaca Garín.
Organizó junto con su marido el escuadrón “Los leales” y se incorporó al Ejército del Norte, liderado en ese momento por Manuel Belgrano, quien frente al valor y la garra de Juana en el campo de batalla, le entregó su sable como símbolo de reconocimiento y admiración.
En 1816 obtuvo el rango de teniente coronela de las milicias criollas que peleaban en el Alto Perú, la región defendida con más decisión por los realistas que habían levantado con sus fuerzas una barrera infranqueable para los independentistas. Desde ese rol, Juana Azurduy organizó guerrillas, preparó defensas, incursionó en zonas ocupadas por el enemigo y arremetió sin miedo contra los realistas.
Tras haber perdido a sus cuatro hijos, enfermos y con hambre en medio del trajín de las luchas revolucionarias, continuó combatiendo con el dolor más inmenso, ese dolor que se iba a agudizar poco después, cuando los realistas decapitaron a su marido, momento en el que ella estaba embarazada de su quinto hijo, una niña, que nació en medio de los combates y a la que logró poner a salvo.
Juana ayudó a crear una milicia de más de 10.000 indígenas y comandó varios de sus escuadrones. Libró más de treinta combates, siempre a la vanguardia, haciendo uso de un coraje desmedido que se fue haciendo famoso entre las filas enemigas a las que les había arrebatado personalmente más de una bandera y cientos de armas. Su accionar imparable permitió recobrar del dominio español las ciudades de Arequipa, Puno, Cuzco y La Paz.
Revolucionaria de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de Bolivia, de América Latina, Juana Azurduy fue ascendida a generala 147 años después de su muerte, cuando el 14 de julio de 2009 la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, le confirió el grado de “Generala” del Ejército Argentino, durante una sesión de la Asamblea Legislativa Plurinacional, realizada en la ciudad boliviana de Sucre, donde reposan sus restos mortales junto a su sable.
Juana Azurduy es amazona de la libertad, las mujeres han sido silenciadas a lo largo de la historia y la figura de Juana Azurduy es una de ellas, así como otras mujeres que fueron parte de los procesos de independencia de América Latina. La historia, nuestra historia, siempre fue contada por varones y la participación de las mujeres quedó relegada a lugares secundarios como ser esposas de algún hombre importante pero no se les reconoció el papel político que cumplió cada una de ellas.
No es una invisibilización ingenua, porque el modelo de Juana no se adecua al destino de las mujeres en el patriarcado, que debemos ser hijas, madres y esposas obedientes de los estereotipos. Justamente Juana, no era ni dócil, ni obediente. Reivindicar a Juana Azurduy es también una forma de interpelar el modelo de mujer del patriarcado.
Ella no es un caso aislado y único, ella es una mujer que se destacó entre muchas, pero que en algún momento fue develada como una luchadora incansable y todas debemos llevar una Juana en el corazón.
Juana Azurduy, la mujer que su familia pensó monja y ella se pensó libre, la primera de muchas Juanas que vinieron a dar batalla al patriarcado.